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Jaula de oro Las cárceles no solo son para hombres, también son para mujeres.

  • Foto del escritor: Universitaria de Colombia
    Universitaria de Colombia
  • 11 abr 2018
  • 4 Min. de lectura

Para nadie es un secreto que cuando nos hablan de visitar una cárcel o temas relacionados con ellas siempre imaginamos lugares fríos saturados de hombres, donde anida todo tipo de personajes infractores de la ley.

Imaginamos que todo es como en la televisión donde en aquellos documentales, películas, noticias entre otros, los hombres rudos y crueles gobiernan en aquellos denominados patios y celdas.

Pero ¿Qué pasa con las mujeres que también habitan en cárceles colombianas?

Investigando sobre las cárceles colombianas encontré datos que el Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (INPEC) dio a conocer ,destacándose entre ellos que en Colombia existen 8.299 mujeres reclusas en cárceles situadas en diversas zonas de la geografía colombiana, esta cantidad de mujeres privadas de la libertad representan un 7% de la población carcelaria.

Por testimonios de familiares en este caso de reclusas, muchas de ellas se quejan de las malas condiciones de salubridad e infrahumanas ahora señaladas por la justicia colombiana deben pagar allí las denominadas “penas asignadas”.

Pero también cabe recalcar que al ser una población que por periodos largos o cortos deben convivir, no están exentas de sentir lo que llaman el rango o clase social.

Todos pensamos que dentro de estas celdas las mujeres son iguales, pero no es así tal como sucede en la vida cotidiana donde somos libres; las clases sociales con el dinero tienen su aporte para dar un trato que llamaremos “digno” en estos lugares.

Para ingresar a una cárcel como visitante durante los días programados por el sistema carcelario, se puede apreciar largas filas donde ricos y pobres se unen, pero todo va cambiando a medida que los controles de ingreso van disminuyendo para llegar al lugar, donde aquella mujer busca en ojos de sus familiares la esperanza de la libertad.

El trato abusivo por los encargados de vigilar estos lugares también se siente en mujeres visitantes, manoseadas y vulneradas en su intimidad solo por visitar a un humano que cometió un error.

Dentro de la prisión se percibe los privilegios que tienen aquellas de gran alcurnia pues suelen ser mujeres de renombre ante la sociedad, aquella que las vio brillar en el mundo de la farándula popular o en el campo laboral de las prestigiosas mujeres intelectuales.

Para mí es algo complejo pensar que ante la sociedad del común son delincuentes pero dentro de esas mansiones frías con barrotes sin color rodeadas de olores putrefactos, exista una especie de jaula de oro.

Aquella la “jaula de oro” existe, mientras muchas mujeres viven con carencias dentro de estas celdas con situaciones nefastas también existen las celdas estilo estrato alto o de riquillas, allí tienen grandes privilegios, televisión, nevera, buena comida, libre uso de telefonía e internet entre otros privilegios hacen parte de este estilo de mansión, sin olvidar esa cama cómoda donde incita a dormir placenteramente. ¿Pero porque pasa esto? Es sencillo deducirlo quien tiene dinero como dicen vulgarmente “marranea” o “también por la plata baila el perro”.

No debería ser así, pero es una cruda realidad .No se puede pasar por alto que así como en las cárceles para hombres las de mujeres también tienen discrepancias que incitan odios y pasiones enfermizas, allí se forman los “grupitos” donde los golpes, cortadas y hasta asesinatos han sido un plato fuerte entre mujeres de armas tomar.

Muy poco se habla del tema, como también del abuso de aquellas mujeres llamadas guardianas de quienes se dice “deben cuidar y proteger la integridad de las reclusas”, en algunos casos se habla de abuso psicológico como sexual lésbico, pero todo queda en ecos de pasillos o de vez en cuando muy sutil lo comentan con familiares que les visitan por miedo a ser castigadas por andar de” boconas y chismosas”.

La comida de ese lugar es asquerosamente incomible pude notarlo un día que estuve hablando con Sandra una amiga que visita a su pareja Yeni en la cárcel del buen pastor de la ciudad de Bogotá, Quien me comentaba también sobre lo complejo de la visita conyugal al ser pareja gay.

Las mujeres embarazadas tienen mayor privilegio pues existe dentro de estas cárceles lugares de acompañamiento durante el embarazo y parto, aunque algunas de ellas en broma dicen “que sería mejor estar preñadas “para recibir estos tratos.

Dentro del mundo religioso se dice que una obra de caridad es visitar a los presos ¿Pero realmente será una obra de caridad llegar a aquel lugar presumiendo la libertad de la cual estos ya ni creen que exista?

El abuso de abogados que se benefician algunas veces con engaños para sacar dinero de aquellas desesperadas que buscan la libertad no se hace esperar. Pero la misma justicia que debe protegerlas ni se inmuta aun sabiendo de estas prácticas inescrupulosas.

Dicen que las mujeres son el sexo débil pero quizás es porque no han ido a una cárcel para ver lo fuertes que son; ante la impotencia que sienten de ver su vida en una misma rutina que parece lenta y agónica, donde el final de este paseo no parece llegar.

La esperanza de estas mujeres es obtener su libertad mientras siguen oprimidas en cárceles que no son la maravilla, pero también se debe reconocer que algunas de estas jaulas ofrecen la oportunidad de trabajar y capacitarse para cuando sean libres pueda ejercer alguna labor digna ante la sociedad que hoy las excluye

Retomando cuando he dicho “jaula de oro”, pienso que como dice un viejo refrán y en canciones populares “aunque la jaula sea de oro, no deja de ser prisión”.






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Daniel Sánchez Arévalo
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