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Colombia: un país de viejos

  • Foto del escritor: Universitaria de Colombia
    Universitaria de Colombia
  • 1 dic 2018
  • 6 Min. de lectura


Los años dorados, aquellos conocidos como la edad de la experiencia, en la cual el ser humano llega al culmen de sus días llenos de reminiscencias y nostalgias. Es la remembranza a que todo tiempo pasado fue mejor. Llegar a la ancianidad en estos momentos de crisis humana es, sin lugar a dudas, un reto que requiere mantener la frente en alto; sin embargo, las generaciones venideras están abocadas a una sin salida que les imprime el sello de la generación que envejece vertiginosamente.

“La juventud avanzada” o tercera edad padece en Colombia las inclemencias, el abandono, la discriminación social y la insensibilidad del estado. Para el Estado colombiano los “viejos” se han convertido en una carga económica insostenible de tal manera que las medidas como las reformas pensionales cada año se incrementan hasta el punto que lograr pensionarse en el país ya es una utopía.

El cuarenta y uno por ciento (41%) de los adultos mayores en Colombia sufren de depresión, ansiedad y abandono por parte de sus familiares más cercanos. Este oscuro panorama refleja lo que vive la nación en estos momentos coyunturales de crisis de valores. Debido a esto ¿Qué medidas dicientes se deben aplicar para reducir esta problemática?

Realmente la respuesta a esta disyuntiva no deja de ser igual de preocupante para las generaciones que ya no desean construir familias con hijos. Según el estudio realizado por el Instituto Nacional de Salud, Bienestar y Envejecimiento (Sabe) a partir del año 2021 habrá un adulto mayor de 60 años por cada dos adolescentes, lo que implica que la población futura cada vez será más vieja. Ahora, ¿A qué se debe que los jóvenes no opten por tener hijos? Muchos de ellos arguyen que un hijo en estos momentos se convierte en una carga la cual no están dispuestos a llevar, otros perciben al mundo en una incertidumbre en la cual traer un hijo es realmente un atentado, y otros, no menos optimistas, consideran que la situación económica, las epidemias y enfermedades, la falta de oportunidades laborales son el detonante esencial para no engendrar un heredero. Sin embargo, a quienes aspiran a tener familia pero a lo mucho con un hijo.

Lo único cierto es que en Colombia los jóvenes le apuestan a prepararse intelectual, económica y socialmente para obtener una mejor calidad de vida. Además, consideran que la longevidad de su generación no trasciende a los cincuenta años, es decir, la expectativa de vida que tienen no es muy alentadora porque consideran que van a morir muy pronto.

El oscuro panorama que el Instituto Nacional de Salud, Bienestar y Envejecimiento expone para el año 2021 es solo un pequeño vistazo de lo que puede pasar cuando la generación “milenial” envejezca. Al vivir en un país como el nuestro, puerta majestuosa de naturaleza lastimosamente mal gobernada y explotada, habría que tener en cuenta los problemas sociales y las prioridades que tiene el gobierno, como por ejemplo la brecha social entre las clases económicas.

Si habláramos de este problema en el llamado “primer mundo” sería diferente, pues los países que no tienen la brecha social que padece Colombia pueden priorizar la solución rápida de un “País de viejos”. El ejemplo es Canadá, donde éste problema ya ocurrió. Norte América que fue el primero en enfrentar un dramático descenso en su población y un exponencial aumento de su promedio de edad, lo cual hizo que rápidamente la “Juventud” envejeciera.

Para Canadá ha sido un largo y caro proceso, cuando se dieron cuenta comenzaron a destinar gran capital de su presupuesto nacional en atraer juventud de otras partes del mundo ofreciendo becas, buenos empleos, seguridad social y una veloz nacionalidad.

Para Colombia la misma solución no sería posible, la brecha social es tan grande, agregando también las ignominiosas tazas de corrupción que resultaría imposible traer juventud sin solucionar primero esos dos caudales de un río enfurecido que parece no tener desembocadura. La pregunta que la nueva generación tiene que hacerse es ¿Cómo tratamos a los ancianos en la actualidad?

Los años dorados hoy.


Se puede decir mucho de una sociedad solo viendo como trata a sus ancianos. Hay naciones en las que reverenciar a esa generación es prioridad, una verdadera prioridad social, otras donde las personas llenas de experiencias en su piel son un fastidio, ¿Será este el caso de Colombia?


Según cifras del Ministerio de Protección Social cada día dos ancianos son abandonados en la calle solo en Bogotá y esto prende las alarmas al saber que, en promedio, nueve mil (9.000) ancianos han sido abandonados en hospitales anualmente desde 2015.


El señor Jairo Ovalle, ya de sesenta y tres años de edad, es un señor que se le puede ver todos los días paseándose de local en local en el barrio san Cipriano, al norte de Bogotá. Es de conocimiento público, de esos datos que todo el mundo sabe pero nadie lo comenta, que el señor Jairo Ovalle fue abandonado por sus hijos hace ya unos años.


Solo, con la sabiduría que da la tristeza en sus ojos y con la amabilidad que causa un corazón con arrugas, Don Jairo se rebusca día a día haciendo cualquier trabajo que le pongan para pagar su habilitación y poder, aunque sea, tomarse un tinto. “Cuando los hijos consiguen plata y lo ven a uno viejo y enfermo, ya uno se vuelve un estorbo” afirma con una mirada profunda y ojos llorosos.

Don Jairo, como quien siente un remordimiento abismal, quisiera que su piel ajada por el peso de los años, desea contar con la libertad de una gota de agua que se desprende sin reclamos y sin temores, para hidratar su tez en estos años de ancianidad, manifiesta que el origen de su abandono se produjo después del fallecimiento sorpresivo de su señora esposa, sus hijos esperaron un tiempo de duelo y emprendieron su camino dejándolo sin nada.

Muchas veces el señor Ovalle no alcanza a reunir el dinero para hospedarse bajo un techo, por ello duerme bajo las estrellas al lado de un caño cercano del sector. “A veces siente uno miedo porque no sabe qué persona se le puede acercar, uno espera lo peor”.

Como Don Jairo hay muchos casos de abandono familiar ¿Es acaso esta la radiografía de una sociedad en decadencia? ¿Acaso el norte de nuestra vejez está lleno de incertidumbre al no saber sí tendremos quien vele por nosotros? ¿Cuándo la piel pierda la lozanía y el caminar sea lento y la mirada pierda la chispa de la juventud? No es por lo menos preocupante en una sociedad que el concepto de familia es cosa del pasado y el respeto por ella no tenga valor.

Otro caso de abandono es el de Don “José Gabriel” Germán, un ciudadano de sesenta y un años de edad quien cuenta, muy pintorescamente, que fue él quien eligió su propio nombre en el orfanato donde pasó su niñez. Don Germán puede ser visto de vez en cuando pidiendo dinero a cambio de recitar sus poemas favoritos en el servicio de transporte público.

“Nadie tiene que ver con nadie, no tiene obligación con nadie, por eso son indiferentes”. Decía el señor “José Gabriel” haciendo referencia a la indiferencia que cruelmente le ve a los ojos todos los días, ya sea recitando poemas o en su trabajo como “jalador” de clientes en Unilago.

Separado hace más de treinta años de su esposa y su única hija, Don German no culpa al gobierno ni a la sociedad por su estado de abandono actual. “No hay una obligación del estado, quien no se apropia para ayudar a las personas que no conseguimos nada en la vida, quedamos a la deriva, en el abandono”.

Don Germán es el típico conquistador que con su estilo bonachón y su caminado de galán que no pasa desapercibido para las damas que le coquetean con sus miradas. Para los transeúntes que se lo encuentran declamando sus poemas Germán simboliza a esos “abuelitos” que vuelven hacer esos niños indefensos que cuidaba mamá y papá. “Todos cumplimos con la fase de la vida: nacer, crecer, reproducirse y llegar al mismo punto donde iniciamos. Es en ese punto donde valoramos la juventud que algún día tuvimos” enfatiza con mucha seriedad y firmeza en su voz de tono grave.

El caso de Don Germán refleja la soledad como esa compañera fiel que mira a lo lejos como pasan los años. El remordimiento se le ven en los ojos cristalizados al hablar de su pasado y el sollozo silencioso que inmediatamente toma el ambiente al pensar en las cosas que alguna vez soñó pero que ya no conseguirá, puede ser el futuro reflejo de la generación actual para quienes no se toman un momento y se detienen en pensar en el futuro que les espera.


El panorama de la actual generación, esa que no quiere establecer familia con hijos, pinta de castaño a oscuro en un país como Colombia, meca de la malicia indígena, los ideales de primer mundo y la falta de recursos para practicarlos.

Cada amanecer en la vida de estos adultos mayores es un logro más y cuando alguno de ellos parte hacia la eternidad dejan el legado de que vivir es ya una ganancia porque para ellos morir no es el fin, es el comienzo de un mañana mejor. Colombia es un país de viejos que ve con indiferencia esta preciosa edad.

-Denis Mojica, Paula Villarruel y Omar Lizarazo


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